Este color rojizo marcó mis veranos. Soy privilegiada porque yo tenía pueblo, el de mi madre, y pasé unas increíbles horas allí. Después, creces y vuelves eventualmente… las circunstancias cambian, pero te das cuentas que sigue siendo increíble pasear y disfrutar de la tranquilidad que hay allí.
Pero lo que está claro es que creces, aunque tú creas que no, al final te has convertido en una urbanita delicada. Te das cuenta que estás acostumbrada a los ruidos de la ciudad: coches, martillos hidráulicos, que realmente no te das cuenta de que están hasta que se acaban. Pero lo peor es que el canto de un gorrión y el gorgojeo de las golondrinas en tu ventana se convierte en algo extraño, y provoca que te despiertes porque hacen mucho ruido :O
En fin, qué le vamos a hacer, es lo que tenemos los de ciudad... llegamos a los sitios tranquilos y todo nos parece extraño: el cielo negro por la noche, la cantidad de estrellas que hay ahí arriba, los grillos... todas esas cosas que les comentas a tus familiares que siempre están allí y que te contesta con un 'pues anda en lo que te fijas'... esas cosas que pasan totalmente desapercibidas cuando convives todos los días con ellas, y que siempre acaban con un comentario tipo ‘Es que los de ciudad…’ Pero eso no lo puedo cambiar, soy de ciudad, y me encanta pasar mi tiempo libre en el campo… pero nada de turismo rural, yo me voy al pueblo ;)
El bichejo que hace esas marcas se llama el aceitero, es como le llaman en el pueblo, no tengo ni idea cual será el nombre entomológico. No he puesto la foto directamente, para los más sensibles XD Es un bichejo curioson: le tocas en el lomo y se dobla y expulsa un liquido rojo, parecido a la sangre. Pero te esperas, y al rato se pira tan tranquilo. Mi abuelo lo echaba en aceite (supongo que de ahí el nombre) para curar las heridas de la burra o la mula.
Canción del día:
I will wear my Sunday smile.
And the world will start another round.
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